No entiendo de batallas no vividas

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El lesbianismo como apuesta política es, vaya que si lo es, una idea preciosa. Enfrentar el sistema heteropatriarcal desde nuestros cuerpos, reivindicar el lesbianismo como apuesta política contra el opresor, politizar nuestros deseos o recuperar las aportaciones de Adrienne Rich o Monique Wittig son situaciones que a ninguna lesbiana feminista deberían molestar. Bien. Me molestan un poco.

Me molesta porque es muy fácil decir que eres lesbiana si no tienes ni idea de lo que es la lesbofobia. Me molesta porque es extremadamente sencillo decir que eres bollera cuando, por la calle, paseas de la mano de tu novio. Me molesta que se hable del lesbianismo político cuando no se sabe lo que implica decir en casa o en el trabajo que eres lesbiana. ¿Decir en Facebook o en un entorno feminista que eres lesbiana es un acto revolucionario? ¿Comentar a tu familia que eres bollera cuando has presentado a tu noviete ya en casa es hacer política? Pregunto porque no tengo ninguna certeza y porque estoy abierta a escuchar. Pregunto sin acritud, pero con recelo. Pregunto desde un lesbianismo no elegido, pero que he tomado como eje central de mi identidad y con el que, eso sí, he decidido hacer política.

Ser lesbiana es, sin ninguna duda, un acto revolucionario. El lesbianismo es un arma muy potente contra el sistema heteropatriarcal, pero cuidado con banalizar las implicaciones reales que conlleva ser lesbiana. El cuerpo lesbiano es un campo de batalla, que estorba, incomoda, es expuesto y juzgado, remueve, mueve, lucha y se da por vencido continuamente. Sentir cada esquina de tu cuerpo en guerra es útil para mantenerse firme, en pie y para ser consciente de que la lucha aún no ha hecho más que empezar. Una lucha que pasa por el cuerpo y que se distorsiona al salir de él, pero que no entiende de márgenes ni limitaciones carnales. El cuerpo de las bolleras es una guerra propia y ajena. Propia porque se libra dentro de nosotras mismas, pero ajena porque esta inducida por el sistema heteropatriarcal, que aún no hemos sabido derribar. Pero, sobre todo, ser lesbiana es jodido. Sigue siendo jodido. Las jóvenas no lo tienen fácil: la lesbofobia está más que presente, los colegios no colaboran, los amigos y las amigas pueden desaparecer de un plumazo al salir del armario, las familias no lo ponen fácil.

No entiendo de batallas no vividas. Entiendo, eso sí, de cuerpos amputados y quemados. De amistades que se esfuman. De jefes que se ríen de ti. De familias que te tratan como si hubieras perdido la cordura o que aseguran que tu lesbianismo “no es algo que se puede decir por teléfono” a un conocido. Me preocupa que quien entiende de lo que hablo crea que el lesbianismo es algo que no debe salir de sus sábanas y quien no entienda nada de lo que digo abandere esta lucha.

Quizá este pecando de esencialista y acepto la crítica, pero últimamente tengo la sensación de encontrarme ante infinidad de discursos lesbianistas producidos desde un lugar al que la lesbofobia no se ha asomado nunca. No aceptamos que un hombre hable de lo que les pasa a las mujeres ni que un blanco hable de lo que implica el racismo, pero aceptamos que ser feminista implica y permite poder opinar sobre lo que significa ser lesbiana. Tenemos voz y cuerpos propios, pero sobre todo deberíamos tener urgencia por empoderarnos. Igual no tanto empoderarnos como bolleras sino como víctimas de una lesbofobia real, palpable, que nos oprime y deprime inevitablemente. Una lesbofobia que algunas sólo han visto en libros.

26 comentarios en “No entiendo de batallas no vividas

  1. Entiendo lo que dices… entiendo que te pueda molestar que alguien que «lo tiene más fácil» (o eso crees tú) reivindique cosas que para ti han sido difíciles… Pero es que ahora mismo, hay que estar unidas, no separadas. El opresor ya encuentra herramientas más que suficientes para que nos odiemos entre todas (y todos), como para encima buscar nosotras aún más. Yo he estado casi siempre con mujeres, y hoy es el día en que vivo con un hombre. Siento que no creas que tu lucha y la mía son la misma. Yo sí lo creo, y creo que la unión hace la fuerza.

    1. No se trata de odiarnos o querernos. La clave es respetarse, no tengo por qué quererte para respetarte.
      Esto se trata de una opción sexual, que en realidad no es una opción. Es algo natural de la persona, no se hace, no es un ideal, es una sexualidad, es un sentimiento. Me parece tan absurdo que haya mujeres intentando ser heterosexuales cuando no lo sienten en su naturaleza como que haya mujeres intentando ser homosexuales cuando no está en ellas. Me fastidia bastante que ser lesbiana se haya convertido en algo político, ser lesbiana es algo propio, no de todas. Me parecería mucho más respetable que las heterosexuales estuvieseis apoyándonos desde vuestra heterosexualidad, con total hermandad pero sin para ello tener necesidad de ser iguales. Para ser feminista no tienes que ser lesbiana, pero sí apoyar los derechos homo tanto como los hetero. Eso me parece lo justo y razonable, no decirse algo que no se es, me parece que así se pierde un poco el sentido tanto del feminismo como del verdadero lesbianismo.

      1. El comportamiento sexual no depende solo de las pulsiones biológicas. El comportamiento sexual es un acto social, por eso la heterosexualidad es normativa, porque se ha reconducido a la sociedad asociando sexo y reproducción. Todo es político y nuestra sexualidad también. Yo descubrí el placer de acostarme con mujeres muy tarde porque estaba rodeada de heteronormatividad. Viví en ambientes laborales muy tradicionales y eso me llevó a relacionarme sexualmente durante muchos años solo con hombres. Hetero no se nace, hetero nos hacen a la fuerza en la muchísimos de los casos.

  2. Querida Andrea, enhorabuena por esta maravilla de artículo. Como bollera sin pedigrí te doy toda la razón y muchas veces me lo he planteado. Parto de una relación heteronormativa, aunque no monógama, y soy consciente de todos los privilegios que eso aporta a mi vida cada día. Ojalá este artículo sirva para despertar a muchas mujeres. Es muy lúcido y muy valiente. En mi opinión la lucha real tiene que partir de estar a un paso de distancia de quien realmente sufer la opresión, en este caso las lesbianas. Lo peor que podemos hacer es dejar de ser autocríiticas con el feminismo por miedo a que el patriarcado use esa autocrítica a su favor. Lo que generaremos entonces es que los machos controlen hasta la evolución y la regeneración del propio movimiento feminista. Basta de estar cagadas de miedo, basta de dejar que controlen nuestro pensamiento.
    Amora mía, excelente post. Ahora, que sepas que te van a poner verde. Por cierto, me has inspirado y he escrito yo otro desde el punto de vista de la madre cuidadora. Besos mil.

  3. Entiendo la crítica o el recelo hacia esas feministas que autoproclaman en espacios feministas o queer su lesbianismo o su bisexualidad, a la vez que forman una pareja o familia hetero, lo cuál supone estar bastante libres de lesbofobia. Pero para mí eso no es lesbianismo político.

    Para mí lesbianismo político es el de las personas que no hemos nacido con un deseo netamente homosexual (porque, por ejemplo, sentíamos deseo hacia ambos géneros pero el uno lo reprimimos y el otro lo potenciamos) y que decidimos en un momento dado que queremos compartir nuestra cama y nuestro afecto con mujeres y no con hombres. Yo más que una decisión política, lo veo como una apuesta vital, en la que influyen no sólo convicciones ideológicas sino vivenciales, como haber salido escaldadas de relaciones en las que la dominación masculina (de mayor o menor intensidad) nos ha machacado, y también otros sentires que pasan por el cuerpo. Vaya, yo he podido racionalizarlo, pero más que una decisión en frío, la cosa es cuando una descubre que follando con mujeres o enamorándose de mujeres se siente más cómoda, más libre, más aceptada, más sexual, más asertiva… Y entonces ya deja de ser tan elegido, porque de pronto una no concibe volver a estar con hombres (aunque como persona que ha deseado y amado a hombres no sabe si esa puerta se habrá cerrado para siempre), deja de desearlos, hasta puede que sienta rechazo hacia sus cuerpos, esos cuerpos con los que antes disfrutaba.

    Cuando ese lesbianismo político no es pose sino que se traduce realmente en renuncia (como digo, no sé hasta qué punto es elegida o deja de serlo) a emparejarnos con hombres, empezamos a descubrir la lesbofobia. Tal vez no de forma tan dolorosa como la bollera «golden» que lleva viviéndola desde siempre, porque yo con 28 años y viviendo en un contexto feminista tengo más recursos para afrontarla. Pero bueno, aparecen: el papelón de salir del armario con la familia (que flipa en colores y no se lo quiere creer precisamente por haber tenido un pasado hetero y no tener pluma), el miedo al rechazo cuando en una conversación con una persona desconocida viene a cuento decir que estoy en una relación con una mujer, el miedo a agresiones lesbófobas cuando una va de la mano o se besa en público con su pareja o amante, los cuestionamientos de las amigas…

    Entiendo tus recelos, entiendo que pienses que nuestra trayectoria ha podido ser más fácil, que en cualquier momento podemos incluso volver a una relación hetero y volver a vivir sin lesbofobia (pero ahí volverán los micromachismos y la dominación masculina). Pero no sé a dónde nos lleva esto del label. Tengo amigas que transitaron de las relaciones hetero a las lesbianas con mi edad, que llevan décadas viviendo como bolleras y por tanto décadas expuestas a la lesbofobia. Vale, las que desde pequeñas se sienten diferentes sufren cosas que las que nos «pasamos de acera» de adultas no hemos sufrido. Nosotras igual hemos sufrido situaciones que las golden no han sufrido (pasarte años follando con un tío sin ganas, se me ocurre, años con la autoestima minada por los micromachismos, etc.), pero entonces nos ponemos a discutir sobre violencia entre lesbianas, las golden nos dicen que idealizamos las relaciones entre mujeres, y nos metemos en un berenjenal del que no salimos.

    ¿Y qué propones? ¿Que las que no hayamos nacido con un deseo sólo lesbiano sigamos ancladas en la heteronorma? ¿Que nos salgamos de la heteronorma, pero con discreción, sin poder expresar ciertos subidones? Que el lesbianismo no sea tomado como moda o como pose, de acuerdo. Pero por lo demás, creo que hay diferentes formas de llegar al lesbianismo y que podemos aprender de nuestras vivencias diversas, apoyarnos en nuestras diversas dificultades, empatizar, pegarnos toques de atención (las unas cuando nos flipamos más de la cuenta, las otras cuando juzgáis o esencializáis más de la cuenta…), y entender que cada una vive su proceso con sus circunstancias y sus contradicciones.

  4. Releyendo, no sé si el comentario suena duro, agresivo, como si me hubiera ofendido… Así que quería aclarar que me ha encantado tu post, que siempre me haces pensar y revisarme, y que me encantas. 🙂

  5. A mi también me ha gustado mucho tu post y me parece interesante las cuestiones que planteas. Por mi parte creo que no es tan sencillo…
    Cierto que es de agradecer que una mujer heterosexula se «solidarice» con la causa, pero cierto es también que probablemente no tenga ninguna experiencia propia que la relacione más allá de la teoría con dicha causa. Ahora bien, creo que las cosas no son tan sencillas… Yo particularmente he sufrido mayor lesbofobia cuando he estado en relaciones heterosexuales que en muchos años de relación con una mujer.. y eso sin contar con el padecimiento constante de una heterofobia la mayor parte de mi vida, que por cierto, para mi ha sido mucho más complicado convivir con esta ultima que con aquella. Además creo que una mujer que siempre haya tenido relaciones hetrosexulaes se puede posicionar perfectamente como lesbiana, probablemente es que incluso lo haya sido, lo sea o lo vaya ser en algún momento de su vida. No sufrirá en sus propias carnes una lesbofobia «publica», pero si íntima y privada, erosianante y continua que acompaña siempre… No es lo mismo pero ahí está igualmente…
    No sé si me he explicado muy bien porque para mi el tema es muuuyyy complejo…
    Solo añadir que siempre hay más cosas de las que una puede ver a simple vista….
    Pero es solo una humilde opinión.. 😉

  6. Pues yo comparto tu molestia desde otro punto de vista: a mí se me ha propuesto en ocasiones que me defina como lesbiana política y aunque os aseguro que he leído los textos y he escuchado atentamente los razonamientos, sigo sin entender por qué debería definirme como algo que no soy para poder desmarcarme de la heteronormatividad. Tal vez hemos confundido demasiado a menudo, y desde muy distintos discursos, la heterosexualidad con la heteronormatividad…

    1. Claro, es que una cosa es que a una feminista hetero no le cueste decir «yo también soy lesbiana» en un contexto reivindicativo, como las lesbianas han dicho «yo también he abortado» en esos contextos, y otra cosa es que una se sume al carro del lesbianismo sin vivirlo en sus carnes, porque como feminista mola más o yo qué sé.

  7. Me encanto leerte mujer, escribir con tu pasión y valentía me sigue pareciendo hoy por hoy un acto de revolución cotidiana. Creo que vos dejás en evidencia, que pasa cuando los propios argumentos que hemos venido manejando como feministas, se convierten en cuestionamientos. Hemos dicho: «quién no tiene vagina no puede opinar sobre aborto» «los hombres no pueden opinar sobre ciertos temas que nos competen solo a nosotras». En lo personal para mí esta visión que se ha convertido con una verdad inamovible ha impedido que las diferentes estructuras sientan como parte las propuestas políticas del feminismo y más aún cuando el tema de la opresión y la violencia afecta a toda la sociedad. Respecto a: «las batallas no vividas» no necesito vivir en Africa para solidarizarme con la aputación del clítoris, ni ser musulmana para que me duela en el alma la violencia hacia las mujeres… Pero claro que no puedo sentir en carne propia.. Tu postura me hace sentir que debo sufrir, ser discriminada para comprender la identidad lesbiana, de ese análisis quedaría fuera a todas las mujeres que conozco y me incluyo que por decisión han tenido relaciones lésbicas. Me parece que se apunta entonces a pasar un test sobre que tan lesbiana sos políticamente si has sido discriminada y podés llamarte así. Un poco relacionado también a que tan feminista seamos o no. Pero amo la libertad de poder debatir con ternura estos temas. Un abrazo desde Nicaragua!

  8. Bufff… ¿por dónde empiezo? Sí, como dices tú, y como dice June, seguramente (bueno, seguramente no, tengo la certeza de que así es, y estoy de acuerdo al 100%) sea más duro haber salido del armario en plena adolescencia, que hacerlo con 22 años, edad en la que tu entorno es en teoría ya más afín a tu modo de ver la vida, y en la que sobre todo te importa un poco menos lo que piense el resto. Posiblemente, para los 22, ya sabes tomarte las cosas con menos dramatismo y hayas aprendido a usar el sentido del humor como escudo antitodo. En cualquier caso, también comparto que en mi caso, por haberlo hecho precisamente de esta manera, me he perdido muchas cosas que podrían haber sido bonitas, y en su defecto, he tenido que afrontar otras situaciones no placenteras. Yo era la frígida de mis amigas. La que odiaba el sexo a veces, y la guarra que sentía interés por las prácticas menos ordinarias. Sospechosamente, también era la única que se masturbaba. La que ha tenido ITS, abortos y demás. Sin darle mayor bombo, puedo admitir y admito, que pasé los primeros seis años de mi vida sexual prostituyéndome a cambio de parecer normal en la cama. Ya que yo no me lo pasaba bien, me esforzaba hasta límites insospechados, para que mis parejas masculinas al menos me hicieran buena propaganda: nunca suele querer follar, pero cuando folla, lo hace bien. Pasas por épocas de promiscuidad extrema no satisfactoria, no entiendes absolutamente nada de lo que está pasando, y no tienes referentes en los que apoyarte.

    Las lesbianas son lesbianas, las hetero son hetero, y tú eres ¿qué? Tú eres la rara en un lado y en el otro. Hasta que te decides, y descubres lo descubrible. Y ahí sí, ahí recibes comentarios bomba de tu madre, tu padre, tu abuela, tus amigas te preguntan si estás enamorada de ellas y se preocupan por si les miras las tetas cuando se cambian de ropa. Pero es verdad que la lesbofobia, a los 22 se vive de otra forma. Es cierto. Al menos en mi caso. A los 15 me hubiera muerto. A los 22 pensaba que todo el mundo que me juzgaba por sentirme atraída y tener sexo con tías era simplemente idiota. Así que entiendo a qué te refieres. Ahora bien, el desconcierto general cuando llevas toda la vida follando con tíos y pintándote los labios es descomunal entre lesbianas y hetero que no entienden “qué te está pasando”. Un lado piensa que es un capricho puntual. El otro lado piensa te estás volviendo loca o que te estás haciendo la guay. Lo cierto es que desconfías de ti hasta tú misma en ocasiones. Sobre todo cuando te descubres follando de nuevo con un tío, sintiéndote absolutamente descolocada y sabiendo que es Inercia 100, deseo sexual 0.

    Con el tema “gorda-dietas-cuerpos no canónicos” me sucede algo similar a lo que cuentas. Es muy bonito oír reivindicar a la gente que “el físico no importa” pero saber con certeza que tus piernas celulíticas o tu gordura “no proporcionada”, no atraen sexualmente a la mayoría de la gente que reivindica lo anteriormente mencionado. Una cosa es decirlo y otra cosa es follar con gordas. Me da igual hetero, lesbianas, bisexuales que trans…follar con gordas se ve que cuesta. Y luego está el tema de que yo con 90 kilos no soy tan gorda como alguien de 130. Y entonces esa persona de 130 pensará que yo estoy en una situación privilegiada y que soy una imbécil por siquiera llamarme gorda, porque su situación está en las antípodas de la mía ya que la gordofobia que yo vivo, no tiene nada que ver con la suya. Luego está el factor de que como yo hubo una época en la que no era gorda (aunque estaba convencida de que lo estaba y lo era), no sé lo que es siempre haber sido/estado gorda. Claro, la gorda de 130 kilos no sabe tampoco lo que es que cada persona que hace cinco años que no te ve, al encontrarte por la calle te suelte con cara de susto y tristeza “qué cambiada te veo” y lo comente con todo el mundo que se encuentra que te conoce “¿has visto como ha engordado X?”.

    En fin, no sé si se entiende.

    También podemos comparar salir del armario en la adolescencia en Bilbao, en el siglo XX o en una aldea de 50 habitantes hace 50 años siendo gorda y negra. Y ya nos metemos en un sufrimientómetro que mide lo mal que cada cual lo pasa, un coherentómetro que mide lo coherente que es cada cual, o un lesbiatómetro o heterómetro que mide como de lesbiana, hetero, bisexual, pansexual o quéséyosexual que es cada cual.

    Me ha gustado leer tu artículo. Para mi la conclusión es que cada cual se sienta como quiera/pueda. Y que en mi caso las etiquetas me ayudan a organizarme la cabeza. Y como no sólo soy una cosa, paso de renunciar a ellas y las quiero todas para mí. Nueva gorda no proporcionada, lesbiana que a veces folla con tíos sin que le guste por inercia… quiero insistir en el sentido del humor. De verdad. Sin sentido del humor yo no voy ni a la vuelta de la esquina.

    ¡¡Entendámonos sin condescendencia, respetémonos sin peros, querámonos con nuestros cacaos mentales y por supuesto debatamos todo lo debatible!! ¡¡Viva nosotras!!

  9. todo depende de la escala en la que hablamos, es una especie de fractal…soy feminista, pudiendo ser hombre y mujer, soy mujer pudiendo ser lesbiana, bisexual, heteresoxual…soy lesbiana, de toda la vida y por siempre, o por épocas…soy lesbiana de siempre, pero mi familia lo a aceptado bien o no. La linea de separación se puede poner a cualquier nivel, y se puede bajar a niveles tan bajos en los que si intentaríamos buscar gente afín, nos quedaríamos solxs.

  10. Supongo que mucho depende de lo solo o acompañado que quiere o puede estar cada uno en su grupo de reivindicación…supongo que es un tema de optimización.
    P.D. me quedaba esto por decir..

  11. El comportamiento sexual no depende solo de las pulsiones biológicas. El comportamiento sexual es un acto social, por eso la heterosexualidad es normativa, porque se ha reconducido a la sociedad asociando sexo y reproducción. Todo es político y nuestra sexualidad también. Yo descubrí el placer de acostarme con mujeres muy tarde porque estaba rodeada de heteronormatividad. Viví en ambientes laborales muy tradicionales y eso me llevó a relacionarme sexualmente durante muchos años solo con hombres. Hetero no se nace, hetero nos hacen a la fuerza en la muchísimos de los casos.

    1. Cierto Alicia, pero también es verdad que en algunos casos no es así. Quiero decir que hay mujeres que son heterosexuales y no pasa nada. Estoy de acuerdo con Sam, lo suyo es apoyarse desde nuestro sitio (siempre que se haya hecho una revisión real de que nuestras opciones sexuales son las nuestras, no las impuestas). Como dice Brigitte no hay que confundir heterosexualidad con heteronormatividad. Y me gustaría matizar que no creo que por el hecho de tener relaciones heterosexuales implique relacionarnos con nuestro opresor. El opresor de las mujeres es el macho, que no el hombre, y me parece un poco peligroso «pasarse a la otra acera» por considerar al hombre (y digo hombre, no macho) como nuestro enemigo. Que pruebes a estar con mujeres y te des cuenta de que con ellas estás mejor, bien. Pero que lo hagas por «evitar al enemigo» me parece un absurdo para con nosotras mismas y dice mucho de qué hombres (¿machos? Que pueden ser «estupendos» pero machos…) hemos ido eligiendo para nuestras relaciones…

      1. Cuando nos acostamos con hombres no nos estamos acostando con el enemigo, nos estamos acostando con un sujeto privilegiado por un sistema patriarcal. Por muy feminista que sea el señor en cuestión no podrá evitar ser una persona privilegiada y eso al final repercute en la relación, sobre todo si es a largo plazo. En el fondo todas las relaciones hetero están basadas en la relación amo-esclava, nos guste o no.

  12. El comportamiento siempre depende de una combinación de lo genético y lo aprendido, llámese social… no le veo el sentido a pasarse de un extremo a otro, y mas cuando es algo que la ciencia de la biología reconoce como tal…

  13. A mí tampoco me gustan los binomios… creo que históricamente han servido para jerarquizar un elemento sobre otro. Y tampoco estoy convencida de la esencialización de la orientalización sexual.
    Pero yo quería decir otra cosa. Empecé ayer a contestar, querida Andrea, pero me perdí en la confusión 🙂 Así que hoy intentaré ser breve y concisa. En realidad no es nada nuevo, porque ya se han dado apuntes de esto en comentarios de las compas… pero bueno. En primer lugar, gracias por darnos la oportunidad de debatir. Y esperemos poder seguir haciéndolo en la calle, cara a cara 🙂

    En segundo, entiendo a lo que te refieres (o eso creo) cuando hablas de las «batallas no vividas». Me quedo en este verbo, vivir, que es muy significativo, porque en este mundo postmoderno en el que vivimos y en el que personalmente siento que es con el que más me identifico, resulta que quizás a veces se nos «olvida» que hay cosas que se viven, que se palpan, que son materiales, que se sienten. Como la lesbofobia. Y la lógica de la lesbofobia hace que se manifieste ante y contra las manifestaciones lésbicas; así que quienes no siempre, sólo a veces o nunca nos vemos en esa situación, es verdad, no la vivimos en nuestra propia carne. Y ahí entiendo tu reticencia a que quien no lo viva así se denomine lesbiana, en cuanto acto político. Paso al siguiente punto para retomar después esto que pones sobre la mesa…

    En tercer lugar veo lo que ya se ha apuntado de la dificultad de medir, del rollo del lesbómetro, feministrómetro o incluso sufrímetro, de cómo cada una se percibe y coloca en el «mapa» (que para otras personas sí es material y geográfico y marca una gran diferencia)… ¿Cómo -más allá de lo que a cada una le lleve- podemos abrir, cerrar o limitar entonces la decisión de dónde colocarnos o desde dónde emprender las luchas políticamente? Yo, como todas, he llegado al feminismo paralelamente a mi trayectoria vital, mis experiencias y mis identidades. Hasta hace poco el tema LGTBQI no me había llamado demasiado la atención, a parte del hecho de haber siempre pensado que era tan legítimo situarse en cualquiera de estos paradigmas como fuera. Pero, ya sabemos: cuando empiezas a indagar, a darle vueltas y plantearte cosas más allá -mental, emocional y corporalmente-, las cosas cambian. Y lo que sí tengo claro es que me sitúo no sólo en una solidaridad/sororidad/respeto etc., sino en una lucha, en la medida en que considere cada vez, contra las fobias LGTBQI y los sesgos normativizantes que pueda ver y resaltar en cada caso. Y luego ya veré con quién me acuesto o cómo me apetece definirme, si es que quiero.

    Pero volviendo al límite, que creo que es un paso reconocer, no veo mucha más salida que ir con cautela y con un poco de ojo al ego. De la misma manera que personalmente me molesta que una mani feminista la lideren, abanderen y acaparen los tíos que se dicen feministas, no voy a acaparar el espacio de quienes quieran hacer su reivindicación lesbianista, igual que tampoco voy a colocarme en la primera fila de una mani de unas feministas islámicas que quieran denunciar formas de feminismo colonialista. Pero sí que iré, porque no tengo que pedir permiso a nadie y, sobre todo, porque no considero que sea una lucha ajena a Itzea; quizás para ti sea tu lucha primordial y primera siempre forever y para mi no, pero estos son matices que creo que con la cautela que mencionaba sí que «podemos aceptar».

    Y luego está: ¿de qué contenido llena cada una cada lucha política? To be continued 🙂 Un besazo, Andrea, y el resto :*

  14. Ya que el tema del binomio ha llegado, yo no se si me gustan los binomios o no, pero en este caso, lo de la predisposición me parece bastante más peligroso que hablar de binomios. Nadie habla de una jerarquía entre binomios..hablo de dos factores que influyen en un comportamiento y que de tan amplios que son en su definición, engloban mil y una opciones. El resto es la interpretación que haga cada una de lo que lee.

  15. Mil gracias por todos los comentarios y aportes. Los he leído entusiasmada y ahora toca repensar algunas cosillas que habéis apuntado. De verdad, un placer leer vuestros comentarios. ¡Así da gusto!

  16. Alicia te contesto aquí que no puedo debajo de tu respuesta. Obviamente tienen privilegios, eso no lo cuestiono. Pero que las relaciones hetero estén basadas en el binomio amo-esclava no quiere decir que toda relación heterosexual devenga en ello. Y el no ser heterosexual tampoco es garantía de que te vayas a librar de caer en eso.

  17. Pues el binarismo sexual existe, nos guste o no, me parecen muy bien las magufadas, siempre y cuando no salgan de los pequeños círculos que las promueven.

    1. Irene, efectivamente al ser lesbianas, no tenemos garantías de librarnos de las relaciones de poder. Lo que es seguro es que en una relación hetero las va a haber sí o sí, porque no podemos negar que la pareja es solo un microuniverso dentro de otro mayor que es la sociedad y la sociedad en la que vivimos, nos guste o no, los privilegia a ellos. Por otro lado, aunque consigamos que el eje de la relación no sea el binomio amo-esclava, ese será siempre un factor importante y determinante, por mucho que consigamos aminorarlo en nuestro microcosmo familiar o de pareja.

  18. Supongo que la mayoria de las personas que postean aca se sienten o son «heterosexuales» y por eso les resulta tan aceptable eso de que la orientacion sexual no se elige, sino que «se es asi o asa» con lo cual se evita la incomoda cuestion de la disidencia sexual y genérica, que lleva a plantearse la cuestion aun mas incomoda de la heterosexualidad como construccion sociocultural que sostiene el patriarcado. La dominación masculina, el Patriarcado, es una institución política hegemónica y la heteronorma es fundante de este sistema de Dominio y sumisión sexual en el que vivimos. No es simplemente patriarcado, es Heteropatriarcado. «Naturalizar» las orientaciones sexuales implica despojarlas de todo potencial revolucionario en lo que hace a la necesaria destruccion del heteropatriarcado. Yo vivo mi orientacion sexual como eleccion aunque ser «bisexual» (lo entrecomillo para quitarle inmovilidad al concepto) sea mucho mas complicado en muchas cosas que ser hetero. Rechazo la heterosexualidad corriente aunque me atraigan las mujeres, y la rechazo por motivos ideológicos y políticos: la relación heterosexual corriente, aunque se realice entre personas supuestamente muy superadas, tiene sí o sí un sentido de dominio/sumisión en el cual se me exige adoptar el rol «activo» y dominante, tomar la iniciativa, desempeñarme de acuerdo a ciertos parámetros, etc. En principio una relación con otro varón puede ser mas igualitaria, pero también es complicado porque las categorías heterosexuales de dominio y sumisión son normativas para todxs desde que nacemos, así que con demasiada frecuencia las relaciones «homosexuales» son adaptaciones de la heterosexualidad a una relacion entre personas del mismo sexo.
    Creo que tiene un sentido revolucionario hablar (y actuar sobre) tanto del genero como de la orientacion sexual en terminos de posicionamientos políticos frente a un sistema de poder material y simbólico que continúa dominando aún cuando haya habido ciertos avances para las mujeres y las mal llamadas «minorías sexuales». Hoy predomina, sin embargo, y acorde a los tiempos que corren, la visión de una homosexualidad, un lesbianismo y una bisexualidad asépticos políticamente, pero no todxs estamos en esa corriente «naturalizadora». El lesbofeminismo radical es una critica y una praxis formidable, hasta ahora no hubo una indagacion mas lucida y despiadada en el heteropatriarcado como institucíón hegemónica, en la masculinidad como erotización de la violencia y en la heterosexualidad como práctica socioculturalmente construida que asegura la reproducción normativa de relaciones D/s en esta sado-sociedad. El deseo y la practica sexual no son destino biológico, son construcciones socioculturales y por lo tanto podemos y debemos actuar de manera revolucionaria sobre la heterosexualidad, sobre la homosexualidad y sobre la bisexualidad. Mientras no las pongamos en cuestión, será imposible la construccion de una erótica y de una sexualidad libres, horizontales e igualitarias en la diversidad.

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